Cuando a finales de 2012 se dio a conocer que Fiona Apple suspendía su gira por América Latina, a los fans les dio un patatús. Y no era para menos. Teniendo en cuenta la reticencia de la artista a viajar y presentar discos, y los largos lapsos de tiempo entre álbumes, es imposible saber cuánto hay que esperar para poder verla en directo. Pero Apple tenía un motivo de peso que cualquiera con un mínimo de humanidad es capaz de entender: su pitbull, Janet, se estaba muriendo.
Para explicar la situación a los miles de fans latinoamericanos que no salían de su asombro, escribió una carta que publicó en su perfil de Facebook y en su web. El texto no tardó en circular por todas las redes sociales y por páginas dedicadas a los animales. La traducción que aquí os dejamos pertenece a Sr Perro, aunque hemos corregido algunas erratas, signos de puntuación y expresiones. Podéis leer la carta original aquí.
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Son las 6 de la tarde del viernes y estoy escribiendo a unos
miles de amigos a los que aún no conozco.
Escribo para decirles que tenemos que cambiar nuestros
planes y encontrarnos un poco más tarde. Lo que pasa es esto.
Tengo una perra, Janet, y lleva casi dos años enferma con un
tumor que dormitaba en su pecho y que ha ido creciendo poco a poco. Tiene casi
14 años, la adopté cuando tenía cuatro meses. Yo tenía 21 años entonces, ya era
adulta oficialmente, y ella fue mi hija.
Es una pitbull, la encontraron en Echo Park, con una soga en
torno a su cuello y mordiscos en sus orejas y en su cara. Era la que utilizaban
los que organizan peleas de perros para dar más confianza a los que iban a
pelear.
Tiene casi 14 años y nunca la he visto empezar una pelea, o
morder, ni siquiera gruñir así que entiendo por qué la eligieron para ese
trabajo horrible. Es una pacifista.
Janet es la relación más constante de mi vida adulta, eso es
un hecho.
Hemos vivido en numerosas casas y dejado atrás unas cuantas
familias provisionales, pero siempre las dos juntas.
Y eso es sólo el principio.
Dormía en la cama conmigo, su cabeza sobre la almohada, y
aceptaba mi cara histérica y llorosa en su pecho, con sus patas abrazándome,
cada vez que tenía el corazón roto, o el espíritu roto, o cada vez que estaba
perdida, y según fueron pasando los años, dejó que yo adoptara el papel de su
hija, mientras me dormía, con su mentón apoyado en mi cabeza. Estaba bajo el
piano cuando yo componía mis canciones, ladraba cuando intentaba grabar algo y
estuvo en el estudio conmigo durante toda la grabación del último álbum.
Cuando volví de la última gira, estaba tan vivaz como
siempre, está acostumbrada a que yo me vaya un par de semanas cada seis o siete
años.
Tiene la enfermedad de Addison, lo que hace que sea
peligroso para ella viajar porque necesita inyecciones de Cortisol con
regularidad, porque reacciona al estrés y la excitación sin los mecanismos
fisiológicos que tenemos el resto de nosotros y que evitan que, literalmente,
muramos de pánico.
Pese a todo ello, es incesantemente feliz y juguetona, y
sólo dejó de comportarse como una cachorrita hace unos tres años.
Es mi mejor amiga y mi madre y mi hija, mi benefactora, es
la que me ha enseñado lo que es el amor.
No puedo ir a Sudamérica. Ahora no.
Cuando volví a casa tras la última parte de mi gira en EEUU
noté una gran, gran diferencia. Ya ni siquiera quiere salir a pasear.
Sé que no está triste por envejecer o estar cercana a la
muerte. Los animales tienen instinto de supervivencia, pero no un sentimiento
de mortalidad y de vanidad. Por eso están incontablemente más presentes que los
humanos.
Pero sé que se está acercando al momento en el que dejará de
ser un perro para convertirse en parte de todo. Estará en el viento, en la
tierra, y en mí allá donde yo vaya.
No puedo dejarla ahora, por favor entendedlo.
Si me voy ahora, temo que morirá y que no tendré el honor de
cantar para ella mientras se duerme, de acompañarla mientras se va. A veces
puedo tardar 20 minutos en elegir qué calcetines ponerme para irme a la cama. Pero
esta decisión es instantánea.
Estas son las elecciones que tomamos, las que nos definen.
No quiero ser la mujer que pone su carrera antes que el amor
y la amistad. Soy la mujer que se queda en casa y cocina Tilapia para mi más
querida y más vieja amiga. Y la ayuda a sentirse cómoda, y arropada, y segura e
importante.
Muchos de nosotros en estos tiempos tememos la muerte de un
ser querido. Es la fea verdad de la Vida, que nos hace sentir aterrorizados y
solos.
Me gustaría que también pudiéramos apreciar el tiempo que
está junto al final del tiempo.
Sé que sentiré un abrumador conocimiento de ella, de su vida
y de mi amor por ella en los últimos momentos. Tengo que hacer lo imposible
para estar ahí entonces.
Porque será la más bella, la más intensa, la más
enriquecedora experiencia que nunca haya conocido en mi vida.
Cuando muera.
Así que me quedo en casa, y la escucho roncar y respirar con
dificultad, y me deleito con el aliento más apestoso y horrible que nunca haya
salido de la boca de un ángel.
Os pido vuestra bendición.
Nos vemos.
Con cariño, Fiona
Sweet Fiona
ResponderEliminarLloro siempre que la leo ❤️
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