Fiona Apple en su casa de Los Ángeles. |
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Dos días después, aterricé en Los Ángeles. Mi coche de
alquiler se había averiado, y para cuando llegué a su casa – un pequeño
bungalow estilo Craftsman cerca de Venice Boulevard – eran cerca de las 7 de la
tarde y el cielo estaba de un precioso amarillo pálido. Fiona me recibió en la
puerta con Janet, el cruce de pitbull de 13 años que se había encontrado un día
en el Valley cuando vivía con Anderson; no había sido mucho tiempo después, mientras
la relación estaba en su punto álgido mediático, cuando se compró esta casa,
que adoraba, y que había mantenido casi sin cambios desde que se mudó. Rosas
blancas y encarnadas florecían en el patio, y las puertas delanteras estaban
abiertas, al igual que las ventanas. Ella me contó, mientras entrábamos en la
sala de estar, que casi nunca tiene compañía. Su hermano mayor Brandon vive en
la parte trasera de una pequeña casa de campo – ella no conduce y depende de él
para que la lleve – y su hermana mayor Amber – Maude Maggart es su nombre
artístico – se queda aquí a veces cuando tiene trabajo en la ciudad. Pasa la
mayor parte del tiempo sola, incluso cuando ellos están por aquí.
La casa presentaba un aspecto peculiar: como si ella hubiera
vivido aquí siempre y, al mismo tiempo, como si acabara de mudarse el fin de
semana pasado. Había algunas cajas y cortinas hechas de tapices y bufandas.
Había muy pocos muebles: dos sofás verdes, un pequeño televisor de pantalla
plana cerca del suelo, algunas alfombras pequeñas sin abrir y, en el otro
extremo, una gran mesa de madera vieja que usa como escritorio. En las repisas
del revestimiento de madera había puesto ramas y libros, sus obras de arte,
caballitos de juguete de su infancia, cocos en los que había dibujado caras
graciosas y plumas de pavo real. Tiene dos pianos, un Steinway vertical y un
gran Baldwin. Con todas las ventanas y las puertas abiertas, era como estar en
el exterior de la casa.